
Abriendo espacio para crear una vida significativa: mi historia con el minimalismo
Abriendo espacio para crear una vida significativa: mi historia con el minimalismo
Cuando nació mi segundo hijo, muchas cosas cambiaron para mí. De repente, tenía 2 bebés en pañales y dos adolescentes en casa, cada quien con sus respectivas actividades (y pertenencias), y mucho que hacer. Ya no quería simplemente organizar, mover artículos de un cuarto a otro. Quería algo más profundo. Había comprado el libro La magia del orden de Marie Kondo unos años atrás sin leerlo y mucho menos practicarlo, pero me dio por empezar a leerlo porque tenía ganas de empezar a ordenar. La casa no estaba tan desarreglada, pero sabía que algo tenía que cambiar. Ya no tenía el espacio mental para organizar cosas insignificantes. No me imaginaba cómo me iba a cambiar la vida.
¿Me hace feliz?
Quizás sabes algo del proceso de Kondo, pero si no te cuento: la autora sugiere ordenar por categorías en vez de cuartos y sacar todo a la vez. Por ejemplo, empezando con ropa, sacas toda la ropa que tienes y lo amontonas en un lugar, luego tomas cada prenda y te haces la pregunta – ¿Me hace feliz? En base a tu respuesta, te quedas con el artículo, lo tiras, o lo donas.
“El primer paso en crear la vida que quieres es librarte de todo lo que no quieres.” – Joshua Becker
Hay algo impactante cuando ves una montaña de ropa que no usas. Muchas cosas no me quedaban, la típica historia de quedarme con prendas de años atrás con la esperanza de que me volverían a quedar después de bajar el peso de dos embarazos, cuando la realidad es que el cuerpo cambia con la maternidad, y aunque me volvieran a quedar más adelante, yo también había cambiado y ya no me gustaba como me veía en esa ropa. Kondo recomienda seguir el proceso con varias categorías, empezando con artículos que tienen poco valor emocional – la ropa – y terminando con los recuerdos y las pertenencias altamente emocionales (diarios, fotos, etc.). La idea es ir sacando las cosas que no te hacen feliz para quedarte sólo con las que sí. Hay muchas tendencias, y hay muchas maneras de ordenar y organizar la vida, pero ésta fue la que a mí me ayudó. Siempre he sido muy, muy distraída, entonces me ayudó hacerlo por categoría y tener que físicamente tocar cada objeto y hacer la pregunta – ¿me hace feliz? – me regresaba siempre al punto.
Proceso del adiós
La categoría que más me impactó fue la de los libros. Siempre he sido amante de los libros, de la lectura, y estaba tan orgullosa de mi “colección” de libros. Habían libros de todo tipo–de idiomas (me dio por querer aprender italiano hace unos años), libros de organización, libros para crear, pero la mayoría de los libros eran de autoayuda. No tengo nada en contra de los libros de autoyuda (obviamente, ya que gasté más dinero de lo que me gustaría admitir en mi biblioteca durante más de 15 años). Ojalá le hubiera hecho caso a Rilke cuando dijo:
Ten paciencia con todo aquello que no se ha resuelto en tu corazón e intenta amar las preguntas por sí mismas, como si fueran habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua extranjera. No busques ahora las respuestas que no estés preparado para vivir, pues la clave es vivirlo todo. Vive las preguntas ahora. Tal vez las encuentres, gradualmente, sin notarlas, y algún día lejano llegues a las respuestas. – Rainer Maria Rilke
No le hice caso a Rilke. No fui paciente. Compré libro tras libro tratando de contestar cada pregunta que tenía, y hasta la fecha no tengo muchas respuestas, sin embargo tengo más paz en mi vida que nunca. Mientras recorrí mi historia a través de mi colección de libros, me di cuenta que muchos ni siquiera los había tocado. Compré libros porque sentí que los necesitaba, pensé que me iban a ayudar a contestar las preguntas que me hacía en la intimidad– ¿Valgo la pena? ¿Puedo hacer de mi vida lo que quiero? ¿Merezco amor? Pensé que si finalmente leía y entendía lo que contenía cada libro, entonces sería distinta, pero en su mayoría nunca los leí. Se cayeron fotos de varios libros, y me acordé de la razón por la que estaba leyendo el libro sobre codependencia, símbolo de una relación que duró muchísimo más de lo que tenía que durar. Un recibo se cayó de un libro e inmediatamente me transporté a una clínica fría en Houston, cuando tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida. Siempre me había sentido tan orgullosa de esta colección de libros, pero ¿por qué? ¿Qué me aportaron? Mientras cuidadosamente recogía cada libro y pensaba si me hacía feliz, me di cuenta que mi historia, los pedazos de mi vida, no estaban en estos libros. Las piezas del rompecabezas de mi vida no estaban ni estarán nunca en esas páginas. Me quedé con algunos libros pertinentes para esta etapa de mi vida, pero como ser humano cambiante, seguramente me voy a reír en algunos años viendo lo que escogí.
Claridad y crecimiento
Seguí con las categorías, y con cada una aprendí algo más. Por ejemplo, durante la limpieza de la cocina me di cuenta que algunas cosas que me había dejado mi abuela no las estaba usando, estaban guardadas para “ocasiones especiales.” Mi abuela fue experta en hacerte sentir en casa. No importaba si no te conocía, te hubiera invitado a que entrarás a tomarte un café y te hubiera regalado una de las mejores comidas y postres de tu vida. Tiré muchísimas cosas en la cocina que simplemente no estábamos usando, y saqué los utensilios de mi abuela para usarlas y verlas todos los días. ¿Por qué? Porque me hace feliz ver esos utensilios, me inspira a ser como mi abuela, para que toda persona que entre por la puerta de mi casa se sienta bienvenida y querida.
Conforme terminaba cada categoría, empecé a sentir una diferencia en mi vida, una ligereza no sólo física sino mental también. Bajé de peso, mejoró la relación con mi esposo y con mis hijos, encontré tiempo y espacio para poder hacer las cosas que me importaban en vez de estar sofocada en un caos del desorden. Unos meses después de terminar el proceso, mi esposo aceptó una oferta de trabajo que implicó una mudanza a otro estado, pero estábamos preparados mental y físicamente para ese cambio porque yo había hecho el trabajo mental y físico de ordenar nuestra casa, de quedarnos sólo con lo que queríamos en nuestras vidas.
Orden del desorden – ¿cómo empiezo?
Este proceso lo puedes hacer en cualquier momento de tu vida. No tienes que estar completamente abrumada o ser “hoarder” para poder minimizar. Lo más bello del proceso del minimalismo es que puedes decirle adiós a las cosas que te limitan y a la vez cerrar círculos que quizás te tienen atrapada en otras áreas de tu vida. Aunque no lo creas, todo lo que te pertenece de alguna manera también se adueña de tu tiempo y toman espacio mental. Cuando tus pertenencias tienen un peso emocional negativo, a veces lo mejor que puedes hacer es darle gracias por el propósito que tuvo en tu vida y despedirte.
El chiste es empezar. No tienes que hacerlo al estilo Konmari (Marie Kondo). Fue lo que a mí me funcionó (y creo que les ha funcionado a mucha gente), pero hay miles de maneras de ordenar y hacer de tu casa y tu vida un lugar con las cosas que más te hacen feliz.
Espacio para crear
En mi caso, necesitaba el permiso para despedirme de muchos recuerdos y pertenencias. Cuando me di el permiso y tomé el primer paso para deshacerme de muchísimas cosas, al mismo tiempo hice espacio para lo que sí quiero en mi vida — amar, crear (música, arte, un ambiente de paz), escribir. Este es un tema que me emociona mucho, porque sé que hay una conexión directa entre el proceso de minimizar y crear una vida significativa. Quiero que sepas que puedes dejar ir lo que ya no te queda, lo que no te hace feliz y finalmente quedarte con lo que sí te hace feliz a la vez invitando y haciendo espacio para aquello que si amas en la vida.
¿Y tú? ¿Qué necesitas dejar ir? ¿Vas a aceptar el reto de minimizar? Sé que puedes, y tienes una comunidad aquí para apoyarte. ¡Ándale, mujer!